"El Bendito" o Panadería Repostería Morales
La tahona está en la calle Costanilla y el local de venta en la calle Mayor de Villadiego.
En las fotos podemos ver la tahona y sus productos, la torta de aceite, muy buena, que para muchos es mejor que la de Aranda, las barras, los panes, los bobos, el pan de boda.
Las fotos se hacen acompañados de Manuel (Chuchi) que trabaja en la tahona, en agosto de 2016.
Su hermano Carlos se ocupa del reparto.
El Bendito es como apodaban a su padre y es palabra de uso común refieriéndose a ellos y a su pan:
"¿Ya ha dejado el pan hoy El Bendito?", "Esta torta es del Bendito".
Vemos fotos de los productos, de los moldes de las tortas de aceite, de Manuel y algunas fotos familiares antiguas que hay colgadas en una pared. En una de ellas aparece su padre, "El Bendito".
Más abajo, reportaje unos días antes de la jubilación de Carlos y Manuel.
En la jubilación de Manuel y Carlos, que cierran la tahona
Se hicieron unas fotos el día 23 de febrero de 2020, unos días antes de se jubilaran y cerraran la tahona para siempre. Una vida juntos. Cerraron el día 29 de ese mes. A Manuel todos le conocen como Chuchi.
Meli, la mujer de Carlos, sigue con el despacho de pan abierto.
Texto del escrito dedicado a los panaderos Manuel y Carlos, que se despiden de su parroquia, al jubilarse. BENDITA PROFESIÓN En la discreción del invierno, el alba aún deshabitado, añorará aquellos amaneceres ya huérfanos de la bandera de vida y trabajo, que el humo del horno panadero hacía ondear. La fría mañana no encontrará el calor que durante generaciones desprendió el fuego de la ancestral profesión de panadero, una de las más nobles y naturales, que cada mañana amasaba aroma de esperanzas para un nuevo día. Se cierra una etapa vital, un lugar desde el que fermentó la vida de una familia de padres a hijos, que ahora nos dejará la añoranza de un sabor y un buen hacer, que creó en nuestros paladares un símbolo identitario de nuestro pueblo. Sabores de mañana que entraban en nuestras casas para aliviar nuestros cuerpos del vacío de la noche. El Pan, supremo símbolo secular de vida y sustento en generaciones, labor primera de la transformación de lo que en la tierra germina, parte importante de una comunidad que se autoabastece del primigenio alimento. Se cierra una parte importante de lo cotidiano, la mañana, el olor del pan. El que consumamos ya no nos hará notar aquel calor reciente, el que elaboraban nuestros amigos y vecinos con maestría y diligente constancia. Aquellas tortas de aceite que se resistían a llegar a casa enteras, sin menoscabo de sus bordes, aquellos "asados" que brindaban el magnífico espectáculo de su proceso giratorio en el seno del horno de leña, los que nos hacían buscar aromas en el pan de esos "lechazos", aunque no fuera más que en la evocación de nuestra imaginación. Abrieron el negocio Aquilino y Felipa, todos los hijos colaboraron en la panadería, ahora Carlos y Chuchi son los encargados de bajar la persiana, entristeciéndonos por no poder ir a disfrutar de su pan y a departir con sus espíritus positivos y abiertos a todo humano. Pero también sentimos alegría porque la vida sigue y pueden desde ahora recibir el alba desde el calor de un lecho que abandonaban en plena noche, sintiendo ahora la paz de esa noche, sintiendo el tiempo acariciar sus vidas sin competir con él. Seguro que el horno se resistirá durante mucho tiempo a perder su calor y nuestras voces rondarán en su silencio. Que la pena que os dé cuando paséis por él, vacío, con sus herramientas ya calladas e inútiles, la mitigue nuestro agradecimiento, el reconocimiento a una sacrificada y bonita profesión que dio satisfacción en lo más necesario a la comarca. Al lento morir de los pueblos el cierre de su panadería es un grave empujón hacia la despoblación. Las grandes superficies, la ciudad, monstruos que engullen la historia, la tradición y el proceso artesanal de las cosas. Esa artesanía que cuando conmueve nuestros sentidos y el factor humano ha puesto su saber y sensibilidad, se eleva al concepto de arte, un arte que nos alimentó con placer y que siempre lo recordaremos y agradeceremos. Bendita profesión. M. y P.
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