Alfredo Andrés González
Fraile terciario capuchino y educador amigoniano.
Alocución del Padre Abel, sobre su hermano Alfredo, en la misa del día 17 de agosto de 2008, en la Iglesia de San Pedro de Sandoval de la Reina
El libro de los "Hechos" nos habla de un tal Bernabé, que había nacido
en Chipre. De él llegan a tener noticia en Jerusalén. Era uno de los que
habían creído en el Mensaje de Jesús, pero no un cualquiera. Lo llaman y
lo envían a Antioquía, la Iglesia pujante nueva. Allí la figura de
Bernabé sobresale, un hombre creyente especial, "hombre de bien, lleno
de Espíritu Santo y de fe". Allí exhorta a todos "a seguir unidos al
mensaje aceptado". No era del número de los "12", pero se le considera
"apóstol", profeta, maestro ... "una multitud considerable se adhirió al
Señor". Todo esto sucedía al principio del Cristianismo, hace ya más o menos 2008 años, semestre arriba, semestre abajo. Más recientemente (55 atrás), claro que cualquiera no tiene 55 ... salía de Sandoval, rumbo a Venezuela, otro apóstol, Alfredo, como Bernabé, Mateo "(sígueme)", como el profeta Eliseo, Biblia, que deja los bueyes y vacas de su padre, Severino, y se va a América a proclamar el Reino de los Cielos, de la Justicia, Bondad, Paz, Educación, Cultura, entre la juventud venezolana, necesitada de apóstoles que les anuncien el Evangelio. Probablemente le hubiera gustado llegar a Venezuela en tiempos de Cristóbal Colon, o de Andrés de Urdaneta, pero llegó un poco más tarde. Alfredo completa allí su formación práctica teórica con los estudios de Magisterio venezolano, hasta dedicarse de lleno a tareas pedagógicas como Educador Profesor en Caracas y en San Felipe principalmente. Encontró en el país hispanoamericano un cálido hogar, no exento de nuevos retos, donde hacer realidad su vocación de educador amigoniano: "Servir a los jóvenes desviados del camino de la verdad y del bien", que es la misión de los T.C. (Amigonianos), sin miedo, sin complejos. Dicen que uno se enamora del país en el que vive. Pues eso fue una realidad en Alfredo. Enamorado de Venezuela y de los venezolanos, allí ha pasado y realizado su vida humana, laboral, religiosa de educador. Como tal, su distintivo ha sido siempre el cariño y la dedicación, siempre solícito por el bien de sus muchachos, haciéndose querer por ellos, porque sabe compaginar muy bien la exigencia y la comprensión. Esto por una parte, porque por otra, sin descuidar la educación, formación de "sus" muchachos, lleva ya muchos años poniendo sus talentos de contable y sus dotes de administrador al servicio de quienes le rodean y de la institución en general, sin suspender nunca, mejor aún, con calificaciones de sobresaliente por parte de propios y extraños. Los que mejor le quieren por allí dicen de él: "se podrá hacer igual, pero mejor no". Y en esa línea sigue hoy por hoy. Y un poquito más todavía. Es que siguiendo la instrucción de Jesús, "lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis". Alfredo ... es su consigna. Sigue poniendo sus talentos y cualidades a disposición de la gente de forma gratuita; su bondad, alegría, cultura, entrega, compromiso, a disposición de todos y gratuitamente. Eso que sucede con los teléfonos móviles, "está desconectado o fuera de cobertura", con Alfredo eso no sucede. De vez en cuando ha tenido que vivir momentos difíciles ¡eh! por circunstancias políticas, familiares, personales, de otros colores, pero como lo difícil también hay que hacerlo, pues él lo ha hecho. Y ha tenido momentos imposibles, entonces, Alfredo lo ha intentado.
Bueno, pues ahí dejamos la reflexión. Tras los buenos ejemplos de
Bernabé, Mateo, Eliseo (lecturas) ya un poco lejanos en el tiempo, y
tras el ejemplo más próximo - vivo aún - de Alfredo, la enseñanza se
saca fácilmente, y es ésta: que la gente inteligente, la normal, la
buena, allí donde está deja huella. somos testigos de que el discurso hizo que Alfredo tuviera que enjugar con discreción unas lágrimas de emoción manuscrito de la alocución; |
|