Alrededores de Sandoval de la Reina
La Montaña (Torrelavega)
La Montaña es un pueblo del municipio de Torrelavega, en Cantabria.
Tiene en común con Sandoval de la Reina (Burgos) que San Blas es patrón de ambos pueblos.
Es tradición que, una vez al año, por la fiesta, se suba calzado con albarcas desde el ayuntamiento de Torrelavega hasta la ermita de San Blas. Son 3,6 km con un desnivel de 185 m.
En cuanto a arquitectura, destaca un gran escudo heráldico en una cuidada casa montañesa.
En La Montaña, el día que se tomaron las imágenes que ilustran esta página, se recogió este testimonio:
La talla original de San Blas se quemó en la Guerra Civil Española.
Era más o menos de la talla del actual. Tenía el cuello muy fino.
En el pórtico de la ermita de San Blas hay una explicación sobre el templo. Parroquia de San Blas. Siglo XIV. El templo parroquial de La Montaña conserva los restos medievales más antiguos de nuestro municipio. La iglesia presenta un ábside prismático, de planta cuadrada muy regular, que puede datar de mediados del siglo XIV y una sola nave, ampliada en el siglo XVI tras derribar la primitiva, la cual muestra una puerta en arco de medio punto que corresponde a esa época. El tipo de cabecera recta con contrafuertes oblicuos en los ángulos exteriores y cubierta con bóveda de crucería con ligaduras y arco triunfal apuntado y doblado es propio del gótico costero de nuestra región. Bóvedas similares encontramos en la capilla del cementerio de Portillo o en el Lazareto de Abaño. Aunque la patrona actual es Nuestra Señora, la advocación a la que primitivamente estaba dedicado el templo nos remite a su origen medieval. Cuenta la leyenda Áurea que Blas era obispo de la ciudad de Sebaste, en la Capadocia turca. Pero, durante la persecución de Diocleciano, huyó de su sede y se refugió en una cueva, como un ermitaño. Infinidad de pájaros de diversas especies acudían a visitarle, le llevaban comida y no se marchaban hasta que él, tras acariciarlos, los bendecía. Cuando alguna ave estaba indispuesta, la curaba. Lo mismo ocurría con las fieras del campo, que le hacían compañía y no se dejaban capturar por los cazadores. También relataba varios milagros, entre ellos la curación de un niño que se había tragado una espina y que estaba a punto de ahogarse y, tras imponerle las manos el santo, quedó curado. De aquí surge su patrocinio sobre las enfermedades de la garganta, que el propio santo pidió a Dios antes de morir y Él se lo concedió. A estos motivos puede referirse la iconografía de los grandes cimacios de los pilares del arco triunfal, donde, junto a vegetales asimétricos y florones, aparecen dos figuras abrazadas, una arriba y otra abajo, que podrían referirse a San Blas y al niño curado. En otro friso aparece un toro y una cabeza barbada y con larga melena, que puede ser nuestro ermitaño. Y unas palomas picando un fruto, símbolo, así mismo, de las almas humanas que se alimentan de los frutos de la Gracia Divina. San Blas era uno de los santos más populares, junto con San Sebastián y San Roque. Son los llamados «santos de las necesidades», pues a ellos se invocaba como sanadores de las enfermedades que más solían acosar a la población, la peste, enfermedades infecciosas y pulmonares, y las digestivas, que tenían su reflejo en la boca y la garganta. Hacia 1560, cuando concluye el concilio de Trento, que consolida la doctrina católica frente a la reforma protestante, muchas advocaciones medievales de santos legendarios son sustituidas por el culto a otros santos dogmáticos y, sobre todo, por el culto a la Virgen (negado por los protestantes), en ese caso su acepción del dogma de la Asunción al cielo, en este momento es cuando se debe producir la ampliación del templo, que anteriormente no sería más que una pequeña ermita, de la que se conserva la cabecera. Se ensancha y alarga la nave para acoger a una mayor cantidad de población, fruto de la expansión demográfica de la comarca. También data de esta época la pila bautismal, y esto significa que, posiblemente, sea el momento en que esa primitiva ermita se constituye en parroquia, con capacidad para administrar los santos sacramentos y, en especial, el bautismo. No se han conservado los libros de fábrica de la época, y los pocos datos documentales que conocemos son modernos y no aportan nada significativo a la historia de la construcción. Durante las recientes restauraciones se ha descubierto una credencia u hornacina situada en el muro del evangelio del presbiterio que se utilizaba para guardar los vasos litúrgicos y ahora, con buen criterio, se va a utilizar como sagrario. Otro aspecto a destacar es la recuperación del pie del altar, que data del siglo XVIII, fruto de la donación de un sacerdote del lugar llamado Juan Rodríguez de la Torre, en 1728. Además de la inscripción, en el tenante muestra una bella decoración en relieve con una flor de seis pétalos, símbolo ancestral de Cristo. Enrique Campuzano.
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Ermita de San Blas
En algunos textos tiene la consideración también de iglesia. Es de reducidas dimensiones. Está en un estado de conservación muy bueno, tanto su exterior como el interior, pulcro y equipado.
La imagen de San Blas se ubica a la izquierda del presbiterio visto desde el coro, justo antes del arco triunfal. Al otro lado hay una talla que representa a San Roque.
Vistas del pueblo y del entorno
Vistas varias.