¡Qué atribuciones!
Era allá por 1949 o 1950.
Un día, recogiendo ya las ovejas, se encontraron el que las cuidaba y un labrador de Sandoval.
Se cruzaron en La Calleja y el labrador llevaba un garrafón con unos dos litros de vino churro y, por cortesía, le ofreció al otro echar un trago.
Más que un trago fue. Sin parar de beber, dejó el garrafón vacío de una sentada.
Y el labrador, entre turbado, sorprendido y asombrado, le dijo:
- ¡Qué atribuciones!
Preguntado en Sandoval qué matiz puede tener en el pueblo la expresión «¡qué atribuciones!», nos dicen que sería algo así como «¡vaya libertades que te tomas!» o, en este caso «... te has tomado!». |