Memoria escenificada de Sandoval de la Reina     (Continuación)      (Comedias)

Por D. Andrés Hernández Macías


 

 

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A C T O   T E R C E R O
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---- Cuadro Segundo ----

 

La escena representa el campo de Sandoval y lugar denominado "Las Cárcavas". Hay una niebla espesísima que impide ver a poca distancia e impide orientarse a las personas.-

 

Escena 1ª

General francés, su Ayudante y un Sargento

General.- ¡Por Belcebú! Que no hay quien pueda dar un paso por esta dichosa[1] niebla.-

Ayudante.- Y que, hasta que no hemos llegado hasta el límite de este maldito término, no había ni pizca de ella.-

Sargento.- Y que durante toda la noche no hemos visto en el firmamento una sola nube; amaneció hace largo rato y el azul del cielo sin la menor mancha; hasta que poco antes de llegar a este lugar, de repente, casi sin darnos cuenta, sin apenas verla venir, nos vemos envueltos completamente por esta maldita niebla por la cual no hay ser humano que pueda dar un paso.-

General.- Y lo que no me explico es que, según los partes que me traen los correos de la retaguardia del Ejército, que está en Villanueva y en Guadilla, goza de los favores de un espléndido sol. ¡Por las barbas de Goliat! Que hasta los elementos parece que favorecen a esos condenados y cerriles pueblerinos. Mirad, Sargento, a ver quién anda por ahí
(Se oyen pasos.).-

Sargento.- Voy.
(Sale corriend.o) ¿Quién va?.-

Cabo.- A la orden, mi Sargento.-

Sargento.- ¿Pero otra vez?
(Entra.) Es el cabo Mercier, que se conoce que no hace más que dar vueltas alrededor de estas cárcavas.-

General.- Vueltas y más vueltas, andar y más andar, para siempre encontrase en el mismo lugar. ¡Maldito pueblo! y dónde demonios se encontrarán...... Diezmarlos... diezmarlos va a ser poco. Ésta me la pagan; no dejaré persona viva; destruiré todo el pueblo sin que quede piedra sobre piedra.-

 

Escena 2ª

Dichos y Manuel

Manuel.- (Desde dentro y a lo lejos llamando.) ¡Eeeeeeeh! ¡Los francesesssssss!

General.- Callad; parece que llaman.-

Manuel.- ¡¡¡¡¡Eeeeeeeeh!!!!!     ¡¡¡¡¡¡¡Francesesssssss!!!!!!! .-

General.- Contestad, sargento y preguntad quién es.-

Sargento.- ¡¡¡¡¡Eeeeeeeeh!!!!!      ¡¡¡¡¡¡Quién sois!!!!!! .-

Manuel.-
(Gritando.) Un español.-

General.- Preguntad qué quiere.-

Sargento.- ¿Qué queréis?.-

Manuel.- Ver al General.-

General.- Preguntad que cuántos vienen.-

Sargento.- ¿Cuántos venís?.-

Manuel.- Yo solo.-

General.- ¡Que se acerque!.-

Sargento.- ¡Acercaos!.-

Manuel.- ¡Voy!.-

Sargento.- ¡Mercier!.-

Cabo.-
(Entra) A la orden, mi Sargento.-

Sargento.- Sal con tu patrulla a buscar a ese español; no sea que nos engañe y, aprovechando esta maldita niebla, nos preparen una emboscada.-

General.- ¡Muy bien, Sargento!; le felicito por su previsión.-

Ayudante.- Que querrá ahora este español.-

General.- ¡A saber! Puede ser que venga enviado por ese maldito pueblo; o acaso se haya perdido con esta niebla tan cerrada y haya solicitado nuestra ayuda antes de que cayese en nuestras manos y le consideráramos prisionero.-

Ayudante.- No sé, porque estos españoles son muy especiales.-

Cabo.- A la orden, mi General; el español está aquí.-

General.- A ver; que venga. (Se presenta Manuel.) (Se oye venir un caballo a todo correr, sale el Cabo.). Hombre, si mal no recuerdo, tú eres uno de los enviados que estuvisteis en Sasamón.-

Cabo.-
(Dentro.) ¡Alto! ¿Quién va?.-

Correo.- Correo francés para el General.-

Manuel.- Efectivamente; yo soy uno de los enviados del pueblo de Sandoval que estuvieron en Sasamón.-

General.- ¡Muy bien, muy bien!.-



Escena 3ª

Dichos y Correo


Correos.-
(Entra.) A la orden, mi General (Entrega un papel al General. Mientras éste no lee, dice:) Maldita niebla, no hay quien pueda orientarse por ella y lo más raro, lo que nunca visto, es que ésta se alza como un enorme paredón, desde un kilómetro atrás, aproximadamente; más allá hace un día estupendo, con un sol formidable.-

General.- Está bien; vuelve a tu puesto y de acuerdo con las circunstancias obraré.-

Correo.- A la orden, mi General
(Vase.)

General.- Adiós
(Pequeña pausa.) (A Manuel.) Bueno, vamos a ver, ¿De dónde vienes?.-

Manuel.- De mi pueblo.-

General.- ¿Y qué: han aceptado mi propuesta?.-

Manuel.- Creo que no.-

General.- ¿Cómo dices que crees, si vienes de allí?.-

Manuel.- Sí; eso digo y así es. Y digo que creo que no porque lo último que sé es que rechazaban de plano su propuesta. Mas tal vez ahora... .-

General.- ¿Y prefieren ser diezmados?.-

Manuel.- Prefieren..,. prefieren morir como españoles.-

General.- Pues les vamos a dar por el gusto. Y ahora tú mismo nos vas a guiar.-

Manuel.- ¡Imposible!.-

General.- ¿Imposible? ¿Acaso no conoces el camino?.-

Manuel.- Sin esta niebla sabría llevarle a mi pueblo; con ella, aunque quisiera no podría.-

General.- ¿Y cómo has podido llegar hasta aquí?.-

Manuel.- Dando vueltas y más vueltas, pasando una y mil veces por el mismo sitio; guiándome por el ruido que produce vuestro ejército y voceando muchas veces hasta que he conseguido que oyeseis.[2]-

General.- Reconociendo el terreno palmo a palmo, ¿no podríamos llegar a ese pueblo?.-

Manuel.- Ya os he dicho que con esta niebla es imposible.-

General.- ¡Maldita niebla!.-

Manuel.- No maldigáis de la niebla y ved en ella la mano de Dios, que no os quiere dejar llegar a mi pueblo.-

General.- ¿Qué dices, insensato, oscurantista? ¿Acaso crees que nunca hemos visto niebla como ésta?.-

Manuel.- Como ésta, estoy seguro que nunca.-

General.- Cómo se conoce que nunca ha salido de este terreno. Si hubieras recorrido como yo, en continuas campañas los países escandinavos y Dinamarca, entonces hubieras visto muchas nieblas como ésta.-

Manuel.- Como ésta no.-

General.- ¿Cómo que no? ¿Y qué tiene de particular?.-

Manuel.- ¿Acaso no tenéis oídos para oír? ¿No habéis oído a vuestro correo que es la cosa más rara que ha visto? ¿Que se levanta como un muro un kilómetro más atrás, es decir, dentro del término de Sandoval; y más allá hay una claridad absoluta? ¿Creéis que  yo, que conozco el terreno como la palma de la mano, me hubiera perdido y hubiese andado errante, cuando deseaba veros?.-

General.- ¿Y para qué queríais vernos con tanta prisa?.-

Manuel.- Para confesaros la verdad.  Para deciros que el verdadero culpable de todo esto soy yo. Yo fui quien preparó las emboscadas en que cayeron vuestros hombres. Yo soy el principal culpable de que el pueblo de Sandoval os espere con las armas en la mano, dispuestos a morir en defensa de sus intereses, antes de entregaros lo que ninguna ley les podía exigir, porque estaban libres de ello. Y como veo esta injusticia y comprendo que ellos de ninguna manera podrán derrotar a vuestro potente ejército, es por lo que vengo a ofreceros mi vida a cambio de que se les reconozcan sus derechos.-

General.- ¿Tan poco estimas tu vida, que vienes a entregarla por otros?.-

Manuel.- Amo la vida como la cosa de más valor que tengo. Más nosotros los españoles, cuando se trata de defender nuestra fe y nuestra patria, nos hacemos novios de la muerte; y, al igual que el novio entrega a su amada lo que más quiere, así nosotros entregamos en defensa de nuestras leyes, nuestra fe y nuestra patria, lo que más amamos: nuestra propia vida.-

Correo.-
(Dentro.) ¡Paso al correo del rey!.-

Ayudante.- ¿Qué pasará, para que venga hasta aquí el correo del rey?.-

Sargento.- Algo grave tiene que ocurrir, porque parece que viene con prisa.-


           Continúa...  


[1] V: <maldita>. Ver, a continuación, <maldito término>. El Sargento, después, dirá también <maldita niebla>.

[2] V: <oyerais>.

 

Autor: Andrés Hernández Macías - 1957