Pinceladas históricas de Guadilla de Villamar
Nº 8 - Los conjuros, tentenublos, letanías mayores y toques de oraciones
Dedicada a Isidro Andrés Andrés
Para empezarCreo que a los jóvenes de Guadilla el título de esta pincelada no les trae ningún recuerdo. Se dedican a la agricultura, como antaño, pero hoy día, con los seguros agrarios y las subvenciones, están bastante protegidos. No ocurría lo mismo hace ya unos años. La naturaleza cumplía su función y, en el verano, había, como ahora, tormentas y pedriscos que acababan, a veces, con las cosechas, trayendo consigo un año de hambruna. Se recurría entonces a la protección Divina por medio de conjuros, letanías y tentenublos ¿Servían de algo? No lo sé. La fe es la fe. La Providencia haría lo que tenía que hacer. Veamos qué y cómo se hacían esto ritos. En el año 2006, Isidro Andrés Andrés me dejó un dibujo de su puño y letra, que más adelante veremos, para que lo publicara alguna vez. Pues creo ha llegado el momento de cumplir su deseo.
Desconozco por qué la llamaba Cruz de Caravaca, ya que no tiene la forma de dicha Cruz.
Los Conjuros
El conjuro de las tormentas era un rito y oración implorando evitar un mal. En este caso, impedir los daños a los frutos de las cosechas de las inclemencias meteorológicas, en especial de los pedriscos causados por las tormentas. Eran realizados, estos ritos, por los párrocos de los pueblos. En algunos tenían un lugar específico para realizarlos, llamados conjuraderos. Nuestro pueblo carecía de él. El cura, vestido de alba y capa pluvial, salía al pórtico de la iglesia con la cruz que hemos visto, cuyo dibujo hizo Isidro. En el libro de conjuros leía unas plegarias pidiendo que el pedrisco no estropeara las cosechas. Acompañaban al sacerdote en estos rezos, el sacristán, gente del lugar y el campanero que tañía las campanas desde la torre tocando el tentenublo. Entre truenos, llantos de las personas que en el pórtico acompañaban al cura y el toque de las campanas, la escena tuvo que ser un tanto terrorífica. En el año 1883, mientras se realizaban estos conjuros, un rayo cayó en uno de los pingolichos de la torre. Ese mismo verano se arregló el desperfecto.
Al tocar a tentenublo se decía esta poesía:
También nos acordábamos de San Bárbara cuando atronaba:
Da fe, de lo dicho hasta ahora, este escrito. Es una fotocopia de la pregunta 25 del Catastro de la Ensenada de Guadilla de Villamar, del 3 de agosto de 1752. Transcribo el texto:
Un tentenublo entre Barruelo de Villadiego y TapiaMi suegra, Felicitas, me contaba que un día de principios de verano se organizó un gran nublo en su pueblo, Barruelo, que amenazaba piedra. No tenían en el pueblo campanero para tocar a tentenublo. Pero dio la casualidad de que sí estaba ese día en Barruelo el campanero de Tapia. Le invitaron a dar el toque de campanas y él se ofreció hacer el favor. El repiqueteo cumplió su función. Aquello de si eres agua ven acá y si eres piedra vete allá funcionó de maravilla. Barruelo se quedó con el agua. Pero, ¿dónde fue la piedra? Pues eso, se fue un poco más allá, se fue a Tapia. Se pueden imaginar al enterarse los de Tapia de quién era el causante del estropicio armado en el pueblo. Seguro que ese año no le pagaron las siete fanegas de trigo de su oficio de campanero. Claro que aquí está el que os lo cuenta. Pero, ¿fue cierto o no lo del pedrisco? Espero fuera un curioso chascarrillo popular.
Las Letanías MayoresLas rogativas o letanías son oraciones solemnes instituidas por la Iglesia para ser rezadas o cantadas en ciertas procesiones públicas y para determinadas y extraordinarias necesidades. Solo las encontramos en la liturgia dos veces al año: el 25 de abril, fiesta de San Marcos (letanías mayores) y el triduo que precede a la Ascensión (letanías menores). Recuerdo que las letanías mayores se celebraban en Guadilla el día de San Marcos (rey de los charcos), el día 25 de abril. Coincidía con las témporas de primavera. Una de las peticiones que se hacían era para la prosperidad de las cosechas que estaban empezando a brotar. La procesión se realizaba por la mañana. Se llevaba la cruz parroquial y el pendón morado. El recorrido era: desde la plaza se iba por la calle de Las Cuadras, calle de Los Renedos y de nuevo a la plaza. Durante el recorrido se cantaban las letanías de todos los santos. Los cantores eran el cura, sacristán y algún que otro hombre. Las cantaban en latín. Si cantaban el nombre de un solo santo el pueblo decíamos "ora pronobis". Si mencionaban dos o más santos decíamos "orate pronobis". Como hemos dicho todo era en latín y no sabíamos ni lo que decíamos. Pero lo pasábamos bien. La Cruz de mayo ya estaba cercana y esperábamos llegara la fiesta que siempre estaba llena de ilusiones. Las letanías menores se cantaban tres días seguidos antes de la Ascensión. Solían cantarlas yendo a una ermita o iglesia fuera de culto. Como esta festividad solía caer en el mes de mayo, en Guadilla recuerdo que el segundo día de la fiesta de La Cruz se celebraban rogativas y misa en la ermita de Villamar. Creo sería ese el motivo
Las Rogativas, hoyEn los Principios y Orientaciones del Directorio sobre la Piedad Popular del Concilio Vaticano II se dictamina que "la fecha de la procesión de rogativas la establezca la Conferencia Episcopal de cada país" y define este tipo de procesiones como de "súplicas públicas de la bendición de Dios sobre los campos y sobre el trabajo del hombre, que tienen un carácter penitencial". No recuerdo que después del Concilio Vaticano II se hayan realizado en Guadilla ni las rogativas mayores ni las menores.
Los toques de oracionesEmpecemos por las campanas. Cada una tuvo su nombre. Fueron estos:
En la foto N. 1, la de la izquierda se llamaba María y la de la derecha Ana. En la foto N. 2, con una sola tronera, estaba un campanil que llamaban Joaquín. Me contaba el Sr. Crescencio Rojo que un día de fiesta lo volteaban los mozos con tanta fuerza que se cayó a la calle. No volvieron a colocarlo en su sitio. Recuerdo que estuvo muchos años junto al altar de San Isidro y lo fundieron, años más tarde, para arreglar a la campana María. En la foto N. 3 el esquilón de la izquierda se llama José y el de la derecha Jesús. Las otras dos troneras nunca tuvieron campanas. Creo que José y Jesús tienen aún, pintado en rojo, su nombre. Como os habréis dado cuenta eran los nombres de la Sagrada Familia. Joaquín y Ana, padres de María, y María y José, padres de Jesús. Eran varios los toques de campanas a cargo del campanero, a lo largo del año. Estaban: el de fiestas, el del viático, el del Corpus, el de boda, el de concejo, el de agonías, el de quema… Pero el común de todos los días del año era el toque de Oraciones. Su fin era recordar a nuestros difuntos y pedir por las cosechas. El toque, aunque era todo seguido, se dividía en tres partes:
Los toques de oraciones, a lo largo del día eran tres:
El campanero, por hacer este servicio, cobraba un sueldo, generalmente en trigo. Como ya habéis leído, en el año 1752, cobraba 7 fanegas de trigo al año. Al morir una persona se tocaban los llamados clamores. Si el finado era un niño se llamaba toque a gloria, que era un solo clamor pero con los esquilones. Si era una mujer, dos clamores, ya con las campanas. Si era un hombre, tres clamores. Si era un clérigo, cura, cuatro clamores. Si era el obispo de la diócesis, cinco clamores. Y si era el Papa, seis clamores.
Los campaneros del siglo XXUn recuerdo cariñoso a los campaneros del siglo XX. Fueron estos:
Ya en el siglo XXI, el recuerdo es para Emilio Ruiz.
Para terminarTodo pasa, y en el campanario siguen, casi siempre mudas, las campanas y esquilones. Ya no hay conjuros, ni letanías ni toque de oraciones. Ni niños en el campo cuidando las vacas en el verano. ¡Que tocan a mediodía chiguitos! ¡Vamos a comer!, por aquello que "esquilón panza arriba, puchero panza abajo". Y en los anocheceres, cuando jugábamos en la plaza rondando los cien niños, sonaban de nuevo las campanas tocando a oraciones ¡Hasta mañana!, nos decíamos unos a otros y nos desperdigábamos por las callejuelas cada uno a su redil. Recuerdo que nuestros padres, a los toques de oraciones, se quitaban la gorra y rezaban el Ángelus, susurrando unas Avemarías. Los Maitines nunca les oí tocar. Los niños dormíamos felices, sin preocuparnos si las cosechas eran buenas o no, en esa paz y alegría que da la felicidad. Un saludo.
Javier Ortega González |