Texto transcrito
El paisaje castellano está sembrado de pequeñas ermitas en ruina casi confundidas con su entorno; restos de color tierra donde apenas es perceptible la volumetría original. La lejanía con el núcleo rural y el escaso valor de los restos condena el edificio al olvido, es saqueado y profanado hasta que sus restos pétreos se reparten por las construcciones más cercanas. La Ermita de Castrorrubio, situada en el amplio Alfoz de Amaya, pertenecía a esa categoría de construcciones.
Apenas 70 m2 delimitados por restos de piedra y tapial, con un potente hastial a modo de portada que ancla el edificio en un altozano. Poco más, sin restos de cobertura, ni elementos estructurales de referencia, sin piezas talladas, ni restos arqueológicos valiosos. Muy poca información histórica, a lo sumo hipótesis y supuestos que los propios restos parecen sugerir; el término "castro" en el nombre nos habla de otras épocas relacionadas con funciones defensivas, la rotundidad de su implantación en el territorio, la lectura arqueológica que nos habla de diferentes fases y periodos...
Con estos puntos de partida es fácil decidir los criterios de intervención; se trata de asegurar la permanencia de los restos, de rescatar los sistemas constructivos dañados, de reproducir otros arruinados, sin pretender mucho más. En este proyecto, la sostenibilidad, la bio-arquitectura, la recuperación de la arquitectura tradicional y lo bioclimático vienen después. Primero está el tapial de barro con sus propias normas de ejecución, usando la arcilla de la zona, con medios actuales y fundamentos ancestrales. Recolocar las piedras que estaban enterradas para reconstruir la sencilla y primigenia volumetría, casi la cabaña primitiva.
La principal y casi única decisión de proyecto ha sido recrecer ligeramente la desmochada portada de sillería que nos encontramos, para dejar intuida la presencia de una construcción de mayor envergadura, con esa vocación de atalaya en el territorio que tienen los "castros".
Esta actitud deliberadamente humilde convive con la presencia evidente de una intervención contemporánea, que pretende sacar partido a la plástica del espacio interior. La luz natural, casi sugerida por pequeños resquicios en los muros ayuda a preservar el misterio interior. La sencillez de los materiales, el hormigón lavado del pavimento, la tabla de madera de la cubierta, la rotundidad de la puerta recuperada acompañan la atmósfera interior presidida por el altar recuperado y un simbólico "retablo", sin imágenes ni santos, solo el recuerdo y el espacio.
La construcción no reúne condiciones de habitabilidad, ni está dotada de instalaciones de ningún tipo, no pretende cumplir con el CTE. Solo aspira a llenar el hueco que existía en la memoria de los vecinos, y gracias a su empeño, a su entusiasmo y su esfuerzo económico se ha podido recuperar un pedazo de la historia de su localidad y una referencia en el territorio. Va por ellos.
Gracias de parte de Sandoval de la Reina a AU Arquiectos (Félix y Arantza) por este texto. |