Arturo García Calvo
Arturo, hijo de Daniel García y de Pura Calvo.
Arturo. Foto escolar de 1945.
Me preguntas por Arturo, era un pedazo de pan, me contaron.
Arturo García Calvo (1935 - 2019) Hermano de Angelita, Concha y Luis. Texto de la exposición de Toni García, sobrino de Arturo, al final de la misa de cenizas, el día 26 de julio de 2020, evocando a Arturo, en la iglesia de San Pedro de Sandoval de la Reina. Más tarde, las cenizas de Arturo fueron depositadas en su panteón familiar, en el cementerio del pueblo. In memoriam
Cuando pensé en escribir esto en memoria de mi tío Arturo, lo primero que me vino a la cabeza fueron estos versos de aquél poeta y dramaturgo alemán. Arturo fue un luchador. Toda su vida peleó contra la rigidez de su cuerpo y contra la pequeñez del ser humano en su afán por encontrar respuestas. Muchos años después, luchó contra su profunda soledad a lo largo de su vejez. Este réquiem quiere ser, más bien, una conversación transformada por la mano de las parcas en un soliloquio a su recuerdo. Quizás, esa conversación en que tanto, y con dificultad, gustaba Arturo dedicar su tiempo libre. Aquí sentado frente al papel en el que escribo esto, me veo sentado junto a él en la puerta de su casa en Sandoval..., aquí en su pueblo. Con el abuelo pegado al murete de la casa para arrancarle el calor del sol. Este pueblo, al que ya nunca regresó, cuando el sino de su vida le condujo a un sendero diferente que le llevó muy lejos de sus raíces. Llegó un día en que ya no volvió a subir la cuesta del Hortón, donde criaba sus conejos y cuidaba su pequeño huerto. Al sentarme frente al papel, lo veo a él. Puedo sentir aún su inquieta, curiosa y, a veces, burlona mirada cuestionando una noticia, o sobre nuestra incapacidad para entender la infinidad matemática del Universo. Su curiosidad le sacaba, como si se tratase de una ancha ventana, del microuniverso que nos atrapa y nos constriñe en una anodina existencia. Arturo era un alma llena de preguntas, que vivió el momento con plena conciencia. Pero, llegó un día (tal y como dijo una sabia mujer), que cuando encuentras las respuestas, va Dios y te cambia las preguntas. Hoy, pensando en él, casi puedo percibir la oculta soledad que le puso durante sus ochenta y cinco años de vida frente al espejo de su silenciosa queja. Una protesta irreverente que manifestó a veces con rabia, otras con serenidad y, las más de las veces, con el Planeta entero. Arturo tenía muchas preguntas... Supongo que ahora podrá encontrar todas las respuestas. Descansa en paz, Arturo.
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