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Concluye el
A C T O S E G U N DO
---- cuadro segundo ----
Escena 2ª
Dichos, Alguacil; luego el Sr. Cura
Alguacil.-
(Entra corriendo.)
¡Ya viene, ya ha llegado D. Ángel!.-
Alcalde.- ¿Dónde llegaba?.-
Alguacil.- Estaba frente a su casa. Le he rogado que venga
aquí, pues estaban ustedes reunidos. Estará al llegar.
(Se oyen voces de "Viva el Sr. Cura" " Viva nuestro
salvador," etcétera, etcétera.)
Alcalde.-
(Dirigiéndose a los Concejales) Permítanme que salga a su
encuentro.
(Al tiempo de salir, entra el Sr. Cura) ¡D. Ángel! Permítame que, como Alcalde y como persona, le estreche
fuertemente contra mi pecho
(Se abrazan.) y vea en mi abrazo el abrazo de
todos los vecinos, que le aclaman como salvador.-
Sr. Cura.- No tanto, Sr. Alcalde. Dios es el único que
da todas las gracias y se vale de las personas y cosas más
insignificantes para concederlas; y permítame que estreche la mano
de sus honrados colaboradores
(estrecha la mano de todos los concejales).-
Concejal 1º.- Agradecidísimo, D. Ángel.-
Concejal 2º.- Enhorabuena.-
Concejal 3º.- Nuestra cordial felicitación y el
reconocimiento más profundo.-
Secretario.- Permítame a mí también un fuerte abrazo, ya que
mi lengua no puede expresar lo que mi corazón siente, en gratitud
por todo lo conseguido por usted.-
Sr. Cura.- Basta, señores, que la cosa no es para tanto.-
Alcalde.- ¿Cómo que no es para tanto? ¿Acaso no ha llegado a
comprender la magnitud del problema?.-
Sr. Cura.- Porque lo comprendí desde el primer momento,
trabajé con todas mis fuerzas.-
Alcalde.- Y consiguió lo que nosotros no hubiéramos
conseguido de ninguna manera, si no es por usted.-
Sr.
Cura.- Ya les he dicho que todas las cosas vienen de Dios;
los demás no somos más que su instrumento.
Alcalde.- Pues a ese instrumento, a esa cosa tangible es a
quien humanamente damos nuestras gracias más expresivas, haciéndolo
también de todo corazón con Dios. Mas usted vendrá cansado;
permítame que le ofrezca asiento, y le ruego se sirva posesionarse
de la presidencia de este Ayuntamiento y de este pueblo, a quien
usted ha salvado de la ruina.-
Sr. Cura.- Nada de eso; ese puesto le pertenece a Vd. .-
Alcalde.- No; ese puesto desde hoy, por méritos propios, es
suyo.-
Todos.- Sí, sí; que se siente. ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva
nuestro salvador! (El Sr. Cura se sienta en la presidencia).-
Alcalde.-
(Hace sonar el timbre e imponen silencio)
Ahora le ruego, D. Ángel, que si le parece bien, se sirva
comunicarnos lo que ha conseguido en la Corte.-
Sr. Cura.- Con mucho gusto lo haré. Me vais a permitir que lo
haga de una manera breve, pues vengo agotado del largo viaje.-
Al estudiar los documentos que tenía y otros que solicité de la Real
Hacienda, vi que lo más urgente y necesario para el pueblo era
librarle del embargo que le amenazaba y que dejase de pagar la
cantidad que nos reclamaba por tercias, ya que ésta fue la intención
del pueblo, aunque por una mala redacción no se hiciese constar así.
Mas, haciendo números, podía demostrar que la cantidad que pagaba
era superior a la que correspondía por los conceptos que en los
contratos se indicaban. Por si acaso, tomé parecer de los
competentes abogados de Burgos y Madrid, D. Carlos y D. Sebastián,
el primero de los cuales estaba en todo de acuerdo con mi parecer,
porque se inclinaba por la intención clara con que se llevó a efecto
el contrato; el segundo lo veía conforme en cuanto al tiempo ya
transcurrido, es decir que no tendríamos que pagar, por haber obrado
con buena fe, cantidad alguna del pasado, pero tendríamos que pagar
en el futuro. Entonces, con copias de todos los documentos, hice una
exposición detallada de l asunto y, junto con un memorial de la
ilustre Casa de Sandoval, se lo presenté a Don Juan de Dios Silva de
Sandoval, descendiente de la familia de este nombre y señor con
mucho ascendiente en la Corte. Dicho señor, tomando el asunto como
propio, hizo inmediatas gestiones y el resultado no ha podido ser
más feliz: la Real Hacienda no sólo reconoce la injusticia de la ley
dada con relación a las tercias, sino que obliga al señor
Recaudador, D. Félix Sánchez de Valencia, a devolver las cantidades
que por este concepto hubiera cobrado.-
Todos.- ¡Muy bien! ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva el señor de
Sandoval!.-
Alcalde.-
(Nuevamente impone silencio.) (Dirigiéndose al Sr. Cura.)
Puede continuar.-
Sr. Cura.-
Conseguido esto y para que nunca más Sandoval se viera en situación
parecida a la actual, pensé que lo mejor para evitar al pueblo todos
estos quebraderos de cabeza era conseguir nuevamente el privilegio.
En tiempos del rey Juan II los señores de Sandoval consiguieron para
este lugar que fuese behetría, es decir que pudiera dedicarse a sus
labores sin que a recaudador ni a caballero alguno les fuese lícito
entrar aquí, ni por impuestos ni por gente para la guerra, ya que
esto lo cumplían los señores de Sandoval, pagando ellos como tributo
veinte cargas de pan mediao. Esto quedó como privilegio que
confirmaron todos los reyes hasta los llamados Católicos, don
Fernando y doña Isabel. Posteriormente, por abandono, no se refrendó
de los reyes sucesivos este privilegio, perdiendo por ello los
derechos que por el mismo tenían. Entonces entraron los recaudadores
con el pretexto de que el privilegio era para los Señores y no para
el lugar. Así estaban las cosas actualmente. Tranquilizada mi
conciencia y con el oportuno permiso de mis Superiores, me trasladé
a la Corte. Allí, valiéndome de una gente a quien fui recomendado,
presenté a nuestro augusto soberanos, Felipe V, petición del
privilegio para el pueblo de Sandoval en las mismas condiciones en
que había sido concedido para los señores del lugar por los Reyes
Católicos, de tan grata memoria. Hoy, debidamente firmado por su
Majestad, me cabe el honor de haceros entrega del documento, que
contiene el privilegio
(Se lo entrega al Alcalde.) (Aplausos y vivas.)
Alcalde.- Que Dios quiera que nunca se nos olvide el trabajo
que ha costado
el conseguirlo.-
Sr.
Cura.- Es necesario que los vecinos de Sandoval, como en los
tiempos de las behetrías, sigan destacándose por su laboriosidad y
por su amor al trabajo. Y que en las cosas comunales y en lo
sucesivo no se abandonen,
y en vez de llorar como mujeres y protestar como niños inocentes y
sin conocimiento,
obren como hombres, es decir, que siendo conocedores de las Leyes y
sus derechos, que no han de abandonar, sepan hacerlas cumplir lo
mismo por el individuo que por la entidad superior, si intentase,
como en esta ocasión, avasallarlos.
(Pausa.)
Sr. Cura.- El Sr. duque de Frías, descendiente de los
Sandovales, me ha prometido que en breve este lugar disfrutará de
fuero propio con la independencia de Villadiego, en jurisdicción
civil y criminal. Pero ya desde hoy debéis saber que el ser villa,
tener fuero propio, es estar en disposición de obligar a ser justo,
lo mismo a un nefasto Melgosa que a un Recaudador que en nombre de
la Real Hacienda se dedicaba a tergiversar contratos en provecho
propio. Si esta voluntad de justicia y decisión reina siempre en el
pueblo, Dios haga que nunca falte el hombre que en situaciones
enojosas saque beneficios generales.-
Alcalde.- Una vez más, le damos las gracias. Ya que no nos
pide ni podemos pagarle tanto bien como nos ha hecho, en el libro
del Ayuntamiento quedará perpetuamente el nombre del Licenciado por
Salamanca, D. Ángel Marcos Ruiz, como el hijo más ilustre de este
pueblo. Y quiera Dios que tenga muchos imitadores en el transcurso
del tiempo.-
Todos.- Bien. Muy bien ¡Viva el Sr. Cura! ¡Viva don Ángel!,
¡Viva el Sr. Alcalde!...... .-
T E L Ó N
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Fin del
A C T O S E G U N D O
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