Senderismo de Rioparaíso a los Piscárdanos
Duración de la ruta: 5 h 21 min (total); 4 h 38 min (en movimiento)].
*Anécdota:
Serían las 10 h am del ‘día de autos’ (4 de julio), en el km 7,5 del recorrido. Sucedió algo inesperado y misterioso, que aún sigue dándome que pensar a la hora de escribir este relato. Un cierto repelús, un escalofrío. Un hecho paranormal: una aparente tele-transportación (la mía) al ecuador oceánico de la Tierra en algún momento de la ruta.
Poco después de dejar el pequeño pueblo de Congosto, y ya en el desfiladero de Los Piscárdanos, me encaramé a la Cueva de los Cartujos. O, mejor, debería decir ‘me encabrité’ (por lo de cabra; literal y metafóricamente) hasta la cueva. El acceso final está algo complicado. A cuatro patas y ‘agárrate como puedas’; pero que tu mano sea firme y que nada te impida doblar las rodillas.
Una vez dentro, sonó un pitido en el teléfono. Miré la pantalla. La grabación de Wikiloc se había detenido. Toqué la tecla de ‘Reanudar’; no obedecía. Al sacar una foto para el correspondiente ‘waypoint’ (con el teléfono) en ese lugar, como punto de interés, vi que la señal de mi ubicación aparecía en un emplazamiento indeterminado del mapa, pero no allí. “¡Vaya, ruta perdida; con lo interesante que estaba!”.
“Bueno, al menos me llevaré pruebas de mi estancia en la cueva (para que me crean)”. Seguí sacando fotos con la otra cámara. Salí de la gruta. Nada más hacerlo, 'resucitó'—como por ensalmo—la señal en la pantalla de Wikiloc y me resituó en la ubicación real. Otra vez en el mundo tangible; el inmediato. El sol, los árboles, los meandros del río Odra y los paredones que lo arropan (o lo aprisionan) seguían ahí. “Menos mal…”.
Para alguien realista y ajeno a ensoñaciones, sólo habría sido una pérdida de la señal GPS; quizá debido al aislamiento de la profunda cueva. Pero…, ya de vuelta en casa, al subir la ruta a Wikiloc, … sorpresa: vi que me aparecía el mapa de África (“¡¿uumm?!”). Un ‘waypoint’ aislado (¡¡el de la gruta!!) estaba situado en el Golfo de Guinea, en el océano, entre Ghana y Nigeria (aporto captura de pantalla; última fotografía de la lista). ¿Había sido (yo) ‘abducido y transportado’ hasta allí durante los 3 o 4 minutos de mi permanencia en la cueva?
No guardo imagen mental consciente de una posible experiencia de desplazamiento o bilocación (…y mis botas estaban ‘secas’ cuando salí de allí…). Pero sí puedo confirmar que el perfil de (elevación de) la ruta se había quedado plano hasta ese punto (para los primeros 7,5 km). Curiosamente, sin embargo, el recorrido del itinerario se grabó bien y completo. Para centrar la ruta en su ubicación y con su perfil reales, he anulado el ‘waypoint africano’ (el de la gruta) y he reconstruido fielmente el recorrido hasta allí.
Después del enigmático hecho de marras, resumamos, primero, el itinerario de la travesía; luego, sus demandas y posibles dificultades; y, finalmente, los aspectos más atractivos.
*Itinerario:
La ruta comienza en el pueblo con el sugerente nombre de Rioparaíso. Se interna en el encinar del Mazo, hasta bajar a la campiña del río Odra y a Congosto. Desde allí, siguiendo el curso norte del Odra, recorre el bello paraje de Los Piscárdanos (la mayor parte de él). Un poco antes de concluirlo, giramos y ascendemos (y bajamos) en dirección a Ordejón de Abajo. Un par de km de campiña y toca ascender a un vallejo interior ("¿ascender a un valle?") 'colgado'; y luego bajar. Un último esfuerzo de elevación hasta un monte ralo de encinas y carrascas, con plantas herbosas y floridas. Sin sendero en bastantes tramos, hasta que, al fin, un camino nos devuelve a Rioparaíso.
*Demandas:
Físicamente, el perfil, con tantos ‘subibajas’, algunos con rampas pindias, es un 'rompe-piernas'. Seguro que tiene admiradores y detractores. Yo me divertí un montón con la variedad, aunque cansa un poco. La ruta, además, no es corta y tiene zonas con terreno áspero, pedregoso. Para acceder a la Cueva de los Cartujos, si ese día te colocas las piernas largas, mejor: algo de contorsionismo hay que hacer en los banzos finales.
La orientación puede ser un poco complicada. Hay trechos de monte sin camino ni sendero, particularmente entre Ordejón y Rioparaíso. No vayas sin ayuda técnica (una guía; esta misma, por ej.), porque te puedes perder. Para facilitar la orientación, tal vez sea mejor hacerla en la dirección inversa (a la actual): la ida, por el norte; la vuelta, por el sur (hubo otras razones circunstanciales para mi actual elección).
*Aspectos más atractivos:
El elemento de mayor interés es el desfiladero de Los Piscárdanos, un profundo valle encajonado entre elevados peñascos. El río Odra lo recorre sinuoso, creando una frondosa y muy heterogénea vegetación a lo largo de sus orillas. Tan densa es que al río se le oye siempre, pero apenas se deja ver. Aunque su curso dista de ser caudaloso, tiene ímpetu suficiente para producir algunos saltos de agua y pozas de cierta profundidad (dependiendo de la época del año).
Dentro del área de Los Piscárdanos, en una de las paredes rocosas (a la izquierda en dirección sur-norte) se distingue la boca de una gruta: la Cueva de los Cartujos. Se dice que sirvió como refugio para los monjes durante la persecución religiosa de la Segunda República. La pendiente para llegar allí desde el sendero es corta, pero bastante inclinada. La cueva está limpia por dentro (‘no demos ideas…’) y tiene tres cavidades/dependencias internas. Desde su ‘ventana’, las vistas sobre el valle son espectaculares.
Por cierto, se nota que todo el sendero a lo largo de Los Piscárdanos ha sido desbrozado recientemente. Se aprecia un buen trabajo de mantenimiento.
Muchas zonas del recorrido son bonitas, espléndidas:
-Las vistas desde el monte de Rioparaíso sobre los campos que se expanden hacia el sur y sus incontables pueblos (Palazuelos, Villusto, Sandoval de la Reina, Villavedón, etc.).
-El exuberante (para esas latitudes) encinar del Mazo y sus caminos de tierra rojiza. Tan aseado; como si estuviera recién pintado.
-Las floridas orillas del camino que bordea los campos a la vera del Odra, incluido su puente, hasta llegar a Congosto.
-La iglesia de Congosto, en un altozano; recientemente restaurada, gracias al entusiasmo y generosidad de numerosos voluntarios (arquitectos incluidos).
-El verde valle de ascenso desde Los Piscárdanos a Ordejón de Abajo, y la encrespada roca (de cresta de gallo) en el descenso (¡’a la que había que subir’!, …aunque no hiciera falta).
Las perspectivas de Ordejón bajo los alargados roquedos verticales de Peña Ulaña (lástima que el contrasol sobre-expusiera algo las fotos).
La ‘aparición’ estelar de Peña Amaya, al fin, avanzada ya la mañana, al desperezarse entre las vaporosas frazadas de algodón que la cubrían.
Incluso las zonas más áridas del monte cobraban alegría con las flores del espliego empezando a brotar, y con el perfume de lavanda al frotar sus hojas.
Vamos, casi todo… (excepto, acaso, el último ascenso al ariscado monte, previo a enfilar el cómodo descenso hacia Rioparaíso…).
Al inicio de la excursión en Rioparaíso, un gato (al que nunca había visto, ni él a mí) se me arrimó confiado. "…Según son los gatos ‘de suyos’". Me acompañó durante mi recorrido por el pueblo, un ratillo. Cuando vio que yo tomaba el camino del monte, toda su amistad y arrumacos se desvanecieron en un santiamén; visto y no visto. “Hasta luego, Lucas”. Por si ese no es tu nombre, dejo una foto tuya.
*Nota. Rioparaíso fue cuna del ilustre Angel García Vedoya en 1897. Ilustre no por abolengo familiar (su padre alternaba tareas de labrador y médico rural), sino por sus provechosos proyectos y obras de ingeniería en la comarca, la ciudad de Burgos y la provincia. Fue ingeniero de caminos, canales y puertos, y diputado nacional. Fusilado en Paracuellos del Jarama en 1936 (...). Su casa familiar aún se conserva (en inicio de ruina) en Rioparaíso.
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